El inicio del fin o sólo el inicio de un nuevo capítulo

El inicio del fin o sólo el inicio de un nuevo capítulo

Los acontecimientos del 23 de enero de 2019 en Venezuela no arrojan mucha luz sobre el incierto futuro de un pueblo hastiado de ser golpeado por el más tenebroso gobierno de su historia reciente. La suerte de Venezuela depende tanto de las decisiones que adopten los actores internos predominantes como de aquellas de un número importante de actores externos, así como de la interrelación entre los primeros, de los primeros con los segundos y de los segundos entre sí en el evento de que los primeros no alcancen un acuerdo mutuamente satisfactorio. En lenguaje llano, si gobierno y oposición no acuerdan una solución que ambos puedan abrazar vendrán presiones internacionales en apoyo de uno y otro actor, con una probabilidad resolutiva limitada, hasta ahora, por la ausencia de coincidencia de objetivo y medios entre las grandes potencias.

El escenario deseable, hoy, pese a las demandas en contrario de un importante sector de la oposición venezolana, es una salida negociada que puede implicar, o no, la cohabitación transitoria y pacífica con el chavismo. Una salida negociada de Maduro pudiera ahorrarnos un cúmulo de penurias que comienzan a cernirse en nuestro futuro cercano. Que la administración Trump haya manifestado en concreto la posibilidad de imponer en el corto plazo un embargo petrolero total a Venezuela, no sólo es indicativo de su propia percepción de que el fin del “madurismo” pudiera no lograrse en lo inmediato, sino de la aún más cruenta realidad que estar por impactar a un pueblo que apenas puede sobrevivir.

La tozudez del gobierno de mantenerse en el ejercicio y control absoluto del poder político en Venezuela, aunada a la disfuncional e ingenua oposición que desestima la estructura que sostiene al régimen de Maduro no sólo hacen casi imposible una transición pacífica en el país, sino que nos conducen casi inexorablemente a infiernos que aún estamos lejos de sospechar. Y la actuación de algunos actores de la comunidad internacional no pareciera contribuir en contrario, en revertir ese destino.

Sin legitimidad de origen

Luego de que Maduro jurara un segundo mandato, sin la legitimidad de origen necesaria y ante un órgano de cuestionable conformación, la comunidad internacional, valga decir el Grupo de Lima, Estados Unidos, la UE y el SG de la OEA, consecuentes con las posiciones que hubieran asumido tras las fraudulentas elecciones de 2018, le niegan su reconocimiento. En lo interno, se enfrentan dos tesis: la del vacío de poder y aquella de la usurpación de la presidencia. Finalmente, pese a fuertes y sólidas voces en contrario, la dirigencia opositora se decanta por la tesis de la usurpación. No obstante, el recientemente nombrado presidente de la Asamblea Nacional parece vacilar con respecto a enfrentar su deber constitucional de asumir la responsabilidad de la Presidencia (E) de la Republica. Aún no está claro, si se trataba de ello o de una negativa de los factores de poder representados en el órgano legislativo nacional a juramentarlo. Pero presionado a que se juramentara, tanto por un sector importante del “liderazgo” opositor, por algunos actores foráneos y por un pueblo que así lo demandaba, Guaidó, al mejor estilo de Pedro Carmona Estanga, se autoproclama, el 23 de enero de 2019, Presidente interino de Venezuela; la Asamblea Nacional no lo juramentó como exige la Ley de Juramentos.

Lo que sigue a la autoproclamación de Juan Guaidó es desconcertante. Tal como se había rumorado previamente, Estados Unidos le reconoce como el Presidente interino de Venezuela, un reconocimiento al que casi inmediatamente algunos países del Grupo de Lima se suman, entre ellos Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Paraguay y Perú. También se cuentan en esta lista de apoyo Dinamarca, Kosovo y Georgia.

Es inusual y potencialmente muy peligroso que se reconozca un gobierno que no tiene control del territorio (país); y que los casos más recientes en los que Estados Unidos haya concedido este reconocimiento sean al Consejo de Transición Nacional en Libia (2011) y a grupos opositores sirios (2014), los mismos no hablan de buenos augurios para Venezuela.

Lo que dicen la comunidad internacional

El movimiento de Washington fue respondido por el régimen de Maduro anunciando el rompimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y ordenando la salida de todo el personal diplomático y consular de ese país en un lapso perentorio de setenta y dos horas, lo cual naturalmente fue desestimado por el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. Al no reconocer a Maduro como el legítimo Presidente de Venezuela, no reconoce en éste la autoridad para romper relaciones diplomáticas y declarar persona non grata a personal diplomático y consular alguno. Pero la realidad es que ahora tanto el Departamento de Estado como el Pentágono evalúan de qué modo brindarán protección al personal diplomático y consular estadounidense apostado en Venezuela. Guaidó no tiene el control del país y no puede garantizar, como sería el caso en una situación normal, en la que el Presidente ejerce eficazmente, como Comandante en Jefe, la dirección de la Fuerza Armada Nacional, la cual al momento de escribir estas líneas pareciera mantenerse leal a Maduro. Guaidó ahora es responsable de la integridad de estos funcionarios porque ello viene implícito con el reconocimiento, pero está impedido materialmente de cumplir esta obligación. La situación es complicada y esperamos no degenere en algo parecido a la crisis de los rehenes en Irán, la cual se extendió por cuatrocientos cuarenta y cuatro días entre 1979 y 1981.

Frente al rápido movimiento de Estados Unidos y otro pequeño número de países destaca la cauta respuesta de la Unión Europea, la cual a través de su órgano ejecutivo realizó un llamado a nuevas elecciones y declinó a reconocer explícitamente a Guaidó como jefe del Ejecutivo Nacional. Las decisiones comunitarias se toman por consenso y las condiciones no están dadas, al menos, el día de hoy para ello.

En varios medios se ha afirmado que tanto Alemania como Francia habrían reconocido a Guaidó, pero esto no es cierto. El presidente francés, Emmanuel Macron, en un primer momento saludó el coraje de los venezolanos que marchaban por la libertad y calificó la victoria de Maduro en 2018 como ilegal. Más tarde aclararía su mensaje: Francia respaldará como presidente de Venezuela a quien resulte vencedor por voto popular. En el caso de Alemania, sólo se reconoció el rol especial de la Asamblea Nacional en asegurar un futuro libre en Venezuela. Por su parte, el apoyo del Reino Unido a Guaidó fue en la cualidad de este último como presidente de la Asamblea Nacional. Guaidó, a su vez, ha afirmado haber recibido el respaldo del Presidente español, pero no está claro si el respaldo a él es como presidente interino o como Presidente de la Asamblea Nacional. La autoproclamación puede no ser un asunto menor para algunas naciones europeas, así como la suerte de sus diplomáticos en Venezuela. El deterioro de la situación al que puede llevar un escalamiento mayor de las tensiones político-sociales existentes en el país entrañan, también, un grave riesgo tanto para los venezolanos como para las comunidades europeas, principalmente españolas, italianas y lusitanas asentadas en el país.

Del otro lado de la acera encontramos, entre otros, a Rusia y China apoyando a Maduro, y a la ONU llamando a no exacerbar las tensiones en Venezuela. Particularmente, los dos primeros actores introducen variables difíciles de despejar en la ecuación del futuro venezolano. Más allá de las obvias razones de intereses económico-comerciales y de afinidad ideológica, Rusia requiere reafirmar su disminuida presencia internacional en conflictos de bajo costo a nivel global. Que un conflicto de esa naturaleza se produjera en el continente americano tendría un atractivo adicional. Por su parte, en medio de la guerra comercial con Estados Unidos, China no desperdiciará la oportunidad de afirmar su influencia en un espacio con ascendencia tradicionalmente americana.

Lo que ocurrirá en el corto plazo es difícil de predecir, escenarios hay varios: gobierno en el exilio, empoderamiento del colaboracionismos, fractura de la FAN, transición negociada e intervención extranjera, entre otros, temas que se irán abordando a medida que se desarrolle los acontecimientos.